Y yo con estos pelos...
Que sí... que van y me invitan a estar aquí... y yo con estos pelos. Recien levantado del sofá donde he pasado la tarde de este domingo, lluvioso y arruinado porque termina perdiendo terreno... el lunes llega.
Está claro que el domingo es un día perfecto para que te saquen a pasear o para que llueva y lo puedas ver desde la ventana mientras tomas un té y tocas la guitarra suavecito, sin ruido. Los lunes siempre son días dormidos: el pasado lunes, yendo a trabajar en el metro me pillé la sábana con la puerta del tren. Se notó que estaba dormido. Disimulé apoyando mi cabeza y roncando en el regazo de una muchacha más maja que las pesetas (antiguas). Menos mal que ahora ya me acuesto sin candelabro y sin gorrito con borla, porque sino hubiera quedado fatal fatal.
El martes es genial para tomar una cervecita de 24 horas con los amiguetes y para hacerse a la idea de que el fin de semana ha terminado. Y el miércoles es el día perfecto para empezar a trabajar e ir al cine pronto, que es día del espectador.
El jueves, sin darte cuenta, anuncia un nuevo fin de semana. Y sirve para asustar mucho: "tío, te has ventilado media semana y no has hecho nada productivo". Para no agobiarse con esto, es mejor irse a tomar una par de copichuelas e irse a dormir tarde.
El viernes es un día en el que no hay que trabajar. Es viernes. Simplemente.
Así que llegas al sábado para hacer lo más útil de la semana: compras cosas, das paseos y te pules todo el tiempo que has perdido durante la semana. Es el mejor día. Y la mejor noche.
Esa noche taaaaaaaan larga del sábado que te lleva a estar en el sofá el domingo... esperando a que llegue el lunes. Pero antes, te das cuenta de que te han invitado a escribir en un blog y sonríes, y eres algo más feliz, y das volteretas y te tiras por el sofá.
Y escribes... y yo con estos pelos...
Está claro que el domingo es un día perfecto para que te saquen a pasear o para que llueva y lo puedas ver desde la ventana mientras tomas un té y tocas la guitarra suavecito, sin ruido. Los lunes siempre son días dormidos: el pasado lunes, yendo a trabajar en el metro me pillé la sábana con la puerta del tren. Se notó que estaba dormido. Disimulé apoyando mi cabeza y roncando en el regazo de una muchacha más maja que las pesetas (antiguas). Menos mal que ahora ya me acuesto sin candelabro y sin gorrito con borla, porque sino hubiera quedado fatal fatal.
El martes es genial para tomar una cervecita de 24 horas con los amiguetes y para hacerse a la idea de que el fin de semana ha terminado. Y el miércoles es el día perfecto para empezar a trabajar e ir al cine pronto, que es día del espectador.
El jueves, sin darte cuenta, anuncia un nuevo fin de semana. Y sirve para asustar mucho: "tío, te has ventilado media semana y no has hecho nada productivo". Para no agobiarse con esto, es mejor irse a tomar una par de copichuelas e irse a dormir tarde.
El viernes es un día en el que no hay que trabajar. Es viernes. Simplemente.
Así que llegas al sábado para hacer lo más útil de la semana: compras cosas, das paseos y te pules todo el tiempo que has perdido durante la semana. Es el mejor día. Y la mejor noche.
Esa noche taaaaaaaan larga del sábado que te lleva a estar en el sofá el domingo... esperando a que llegue el lunes. Pero antes, te das cuenta de que te han invitado a escribir en un blog y sonríes, y eres algo más feliz, y das volteretas y te tiras por el sofá.
Y escribes... y yo con estos pelos...
1 Comments:
¡¡¡Viva el domingo despues de un buen sábado!!!
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